E invócame en el día de la angustia; te librare, y tú me honraras Salmo 50:15
Nuestra oración moviliza el poder de Dios. Las batallas debemos ganarlas primeramente en el mundo espiritual para luego ver su manifestación en el ambiente natural.
Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas (2 Corintios 10.4) Los hijos de Dios poseemos recursos inagotables a nuestro favor que nos permiten ganar las batallas que libremos contra nuestro enemigo, satanás, quien constantemente nos incita a usar medios naturales para enfrentar nuestros desafíos, dejando de lado así los elementos dados por Dios para batallar y seamos así más que vencedores.
La oración y el ayuno liberan los cerrojos más trabados. Que estos instrumentos no sean tu último recurso, sino el primero. Dios no podría obrar si nosotros no oramos. Cuando conocemos la voluntad del Señor, y con humildad y fe nos ponemos a orar sobre el asunto, tenemos respuestas de Dios. Al orar no solo movilizamos el poder de Dios sino que en el proceso somos transformados. Aprendemos a depender y a confiar, nuestra fe aumenta y paulatinamente el carácter de Cristo se imprime en nosotros siendo así transformados de gloria en gloria. Toma tiempo en este día para hablar con tu padre celestial. Acércate con fe, comprendiendo que tu oración puede mover montañas, y que al hacerlo Dios pondrá su voluntad y carácter en tu espíritu, de esta manera su gloria se verá en ti. Clama a mi dice el Señor, y yo te responderé y te enseñare cosas grandes ocultas que tu no conoces.
Oremos así:
“Gracias te doy Señor por poder comunicarme contigo mediante la oración. Es maravilloso abrir mi corazón y compartir mis tristezas y alegrías. Hoy te pido que comiences a actuar y a derramar abundantes bendiciones en favor de aquellos que están pasando dificultades. Trae paz, salud, prosperidad y restauración familiar, sobre cada uno de aquellos que te buscan, gracias Señor por bendecirnos en tu nombre, Amen”.
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